
Hace unos años tuve la suerte de pasar una semana inolvidable en Lanzarote. Y de conocer La Geria, su zona vinícola por excelencia. Cómo no, acabé con un buen vino de la variedad local por excelencia, malvasía, en mi maleta de vuelta.
Resulta que sólo el 5% de los vinos de Lanzarote se destinan a la venta en la Península o el extranjero. Sin duda influye que las producciones no son muy grandes, por lo que en su gran mayoría se venden en Canarias.

Concretamente, en el año 2016 se embotellaron bajo el amparo de la Denominación de Origen Lanzarote 1.700.000 litros aproximadamente, de los que se vendieron fuera de Canarias unos 80.000.
Aunque es probable que muchos de los vinos vendidos en Canarias salgan en las maletas de los turistas, no nos equivocamos al decir que el secreto de los vinos de Lanzarote queda en casa: en las islas afortunadas.
Lanzarote fue la última de las Canarias en la que surgió la viticultura. Fue por la sencilla razón de que no se daban las condiciones apropiadas para este cultivo. Como muestra un botón: la pluviometría media de la isla es de 150 litros al año y los vientos alisios son bastante frecuentes.
Pero tras las últimas erupciones que tuvieron lugar entre 1730 y 1736, parte de la isla quedó cubierta de “rofe” o ceniza volcánica con diferente espesor (de uno a tres metros según la zona). «Los agricultores descubrieron que al excavar para llegar al suelo fértil, la humedad se conservaba», señala Darío Pérez Gopar, técnico de la DO Vinos de Lanzarote en declaraciones a Un Buen Vino.

Es entonces cuando quedaron al descubierto los vinos que nacen del volcán. Se hizo posible el cultivo de la viña en Lanzarote, ya que el “rofe” tiene un efecto termorregulador, es decir, evita que las escasas precipitaciones que tenemos durante el año se evaporen rápidamente.
Para proteger a las plantas de la incidencia de los vientos se usan muros de piedras. Hoy en día, el viñedo es el cultivo con más importancia en la isla. De este modo, el tipo de cultivo tradicional que existe en la isla es el hoyo típico de la zona de La Geria, que es único en el mundo.

A él se suman las zanjas perimetrales en el municipio de Tinajo, parcelas que se han cubierto con “rofe” y en sus bordes se construyen muros de piedra con viña, mientras que en el resto de la parcela se plantan otros cultivos. En este caso la altura de “rofe” suele ser de 30-40 centímetros.
«Actualmente tenemos 13 bodegas adscritas a la Denominación de Origen, y se elaboran vinos blancos, rosados, tintos, dulces e incluso vinos espumosos», explica Pérez Gopar. Aunque, «por supuesto el referente son los vinos blancos elaborados con la variedad Malvasía volcánica cuya producción supone más de un 60% del total».
Los vinos de la variedad Malvasía
Los blancos de Malvasía volcánica se caracterizan por tener «una buena acidez, notas salinas debido a la humedad proveniente de los vientos alisios que vienen cargados de agua de mar y una buena estructura en boca».

La Malvasía volcánica no tiene muy claro su origen. De hecho, la denominación, conjuntamente con el Cabildo de la isla realizó un estudio de Caracterización varietal en 2012 con la Universidad de Rovira i Virgili de Tarragona y para esta variedad no se encontró parentesco.
A la Malvasía volcánica le siguen las variedades blancas listán (palomino en Andalucía), diego (vijariego) y moscatel de Alejandría. En las tintas, principalmente la listán negra y algo de syrah, que se ha introducido hace unos años.
Cosechas con picos muy variables
Tal y como se mencionaba al inicio de este artículo, en el año 2016 se embotellaron casi 1,7 millones de litros de vino bajo etiqueta de la DO. El 5% se vendió fuera de Canarias (Península, Europa y resto del Mundo). Según Pérez Gopar, «este último año se ha exportado mayor cantidad pero el porcentaje se ha mantenido, ya que veníamos de una cosecha del 2015 record en cuanto a producción».
Según confiesa el técnico de la DO, ese es «uno de los grandes problemas del sector» en la Isla. «Tenemos picos muy variables», señala para poner un ejemplo que «en 2015 se recogieron unos 3,7 millones de kilogramos de uvas entre las bodegas de la DO mientras que 2016 no se llegó a los 700.000 kilogramos entre todas».

Esa gran variabilidad se debe, como cabía esperar, a los factores climáticos. Tal y como detalla Pérez Gopar, por ejemplo, la añada de 2016 fue tan escasa porque el invierno fue bastante caluroso con lo cual no hubo parada vegetativa.
Después de haberse podado la viña, en marzo, empezó a haber frío con lo que la brotación fue muy irregular. A esto se unió que en algunas zonas de la isla hubo unos de ataques de Oídio (una enfermedad de las plantas) muy severos y difíciles de controlar. Todo esto hizo que la cosecha fuera tan baja.
Los retos de los vinos de Lanzarote
Poniendo la vista en el futuro, Pérez Gopar cree que «el sector tiene los típicos problemas del sector primario». Entre estos inconvenientes señala «la falta de relevo generacional porque muchos no lo ven atractivo por las variaciones de producción de un año a otro o por la burocracia que existe en la administración que no permite la adaptación de algunas zonas vitícolas a la realidad de los tiempos actuales».

En este sentido Pérez Gopar recuerda como en la zona de La Geria, donde conviven fincas y bodegas, «se lleva desde hace más de 15 años intentando aprobar el Plan Especial de La Geria, que regule lo que se puede hacer o no». No ha sido posible su aprobación hasta la fecha, es más, «se está empezando a redactar uno nuevo porque el anterior lo han tumbado los tribunales», detalla el técnico de la DO.
A su juicio, por supuesto que debe regularse «lo que se puede o no hacer», pero también cree que «el futuro de este paisaje depende de que se genere una actividad económica rentable», de lo contrario anticipa que «el abandono será progresivo como se observa actualmente en algunas de sus zonas». Esperemos que esto no pase. Todos tenemos derecho a disfrutar de un buen vino de Lanzarote.

Periodista y apasionado de los vinos. Editor de webs de divulgación y dedicado a la comunicación corporativa.